La palabra de Dios resuena a lo largo de la historia, del mundo, de cada ser humano, la Palabra que se hace vida desde la creación, y que sigue iluminando corazones, que sigue siendo fuente de conocimiento, de esperanza. Esta Palabra que es camino para todo creyente, y que a pesar de que muchas veces no es
aceptada y en otras tantas contrariada, es la palabra, por la cual Dios sigue hablando, sin importar el momento temporal, las circunstancias, la Palabra sigue siendo viva y eficaz, como dice San Pablo “ más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.”(hc 4,12).
Es la Palabra la que se ha encarnado, en Jesús, Dios humanado, y nos acerca al Padre por mediación del espíritu de Amor, que ilumina, es la Palabra que nos ofrece paz, libertad, salvación, es aquella que “hace nueva todas las cosas” (Ap 21,5), pues desde su lectura, somos capaces de comprender, asumir y vivenciar la voluntad de Dios que es fiel, solo necesitamos docilidad al Espíritu, para que ella toque nuestro ser entero.
Todo Cristiano, está llamado a acoger en su vida esta Palabra, pero al mismo tiempo le debe llevar a anunciarla, a ser su mensajero, su misionero, a hacer de ella pauta para su caminar, a crecer como comunidad de fe, que sea bendición para los que nos rodean, tal como lo indica hechos 6,7 “Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos
por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios”. Siendo así los cristianos buena tierra para esta semilla, que dará con la gracia de Dios fruto abundante para el Reino.